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domingo, 30 de octubre de 2011

El cambio permanece

El tiempo sigue pasando, y nada cambia, y lo único que me queda por hacer es sacar eso que yo no tengo, llamado paciencia, solamente para esperar otro cambio. Porque tengo la certeza de que habrá otro.
Quién iba a decirnos cuando me dijiste: ¡Sabes que me importas tonta! que estaríamos así ahora mismo, con feas miradas que muerden. Sí, tengo la esperanza de que me vuelvas a llamar tonta. 
Es cierto que las cosas no volveran a ser lo que eran. Por eso, si es así, no quiero ni volver a saber nada de ti,ni de tus filosofadas, ni tus maneras extrañas de hacerme sonreír. Lo sé, soy una egoísta, que solo quiere regalarte chupa-chups de fresa, escribirte en un papel lo que significas para mí, abrazarte porque sí, aunque sea solo abrazarte. Pero no, si yo no tengo todo esto otra vez, no quiero volver a abrazarte, y que me arrugues la americana arrugada.

Recuerdo muchas cosas que me decías, como: “Hay muchas partes de mí que desconoces y otras que tú conoces y que yo desconocía”. He descubierto que te conozco, al fin conseguí conocerte, por eso se que no ha acabado, que un día de la forma más inútil, se realizará ese cambio.
Todo el mundo sabe, o el mundo quizás sea solo yo, que las personas no dejan de querer de un día para otro.


miércoles, 5 de octubre de 2011

Dos soledades que se reconocen

“Sobre sus cabezas flotaba una gran burbuja llena de cosas que tendrían que decirse y los dos miraban al suelo para no verla”,  así ponía en la página ciento sesenta y dos. Siempre me decía que las cosas cambian, que siempre cambian, yo lo  creía así simplemente porque él lo decía.  El tiempo crece, como crece nuestra ausencia.  Él lo siente, se que siente al igual que yo, como estamos unidos por un hilo invisible, oculto entre mil cosas de poca importancia, que solo podría existir entre dos personas como nosotros: dos soledades que se reconocen.
 Recuerdo cuando recibí la noticia, aquella que me hundió como dedo en la arena, caminado por la calle, un día de verano soleado, casi podía cerrando los ojos, escuchar el sonido de las olas aunque estaban a veinte minutos de mi. Recuerdo sin saber el por qué, que estaba feliz de estar caminado por ahí en ese momento, mis pies parecían moverse solos, ellos también estaban felices. Y  entonces fue cuando encendí mi teléfono, y lo vi, vi como una nube gris empezó a tapar ese día soleado de julio, noté como las lágrimas que caían de mis ojos empezaron a mezclarse con la lluvia. Inesperadamente el camino hacia mi casa se hizo eterno, no logré comprender como llegué hasta esa situación, la misma de ahora, la situación de no saber nada de ti, en efecto, ya no sé nada de él. Ya no sé porque lo hace, eso de apartarse para no estar con nadie, ya ni sé qué tal le va con ella, ni que piensa de mi, ya no sé como recordar aquellos instantes de felicidad que nos unían.

sábado, 1 de octubre de 2011

El volar de las mariposas

Ya no siento rencor, mi vida ha cambiado desde entonces. Siento como el tiempo me ha dejado madurar y ver con mis propios ojos como él se está yendo de mi vida. Las oportunidades no han querido aparecer más allá de lo que el sol nos deja ver. No me importaría que nuestra vida se basara en simples abrazos y en miradas que quitan el hambre, o en un millón más de notitas y cartas escritas entre clase y clase, o en mitad de ella también. La figura de la fuente de Trevi sigue sobre mi balda, junto a tu postal y tu libro, aquel que me explica todo lo tu boca no me pudo decir, también esa canción que utilizabas para verme sonreír, escrita en un trozo de papel, que ahora cada vez que suena siento como  mi cuerpo se debilita y mis ojos no pueden evitar escupir lágrimas. La impotencia me come cada día más. “Lo único que quiero es que seas feliz” me decías, ¿pero dónde has dejado ese objetivo? Me duele ver cómo te escapas y la tristeza inunda mi habitación, lo único que sé en este mismo instante es que con cuanto más odio te miro, mi corazón más te quiere. Me conformaré con las miradas a través del rabillo del ojo, aquellas que acaban en el suelo inconscientemente, las que antes duraban, y hacían que el tiempo se parase junto a mil mariposas volando a cámara lenta.